Tierna golondrina,
sácame la espina
que tengo aquí,
Clavadita en el pecho
por el despecho
y el trato vil
De la pérfida rosa
más olorosa
de mi jardín,
Que, al tratar de besarla
e intentar colocarla
cerca de mí,
Con fiereza de cardo,
me introdujo su dardo
certero y ruin.
Fue la tarde templada
más perfumada
del mes de abril,
Cuando el sol declinaba
y después se apagaba
como un candil.
Si me arrancas la espina
que con saña canina
me hace sufrir,
Y me curas la herida
tan dolorida
que tengo aquí,
Golondrina preciosa,
te prometo la rosa
color añil,
La mayor maravilla,
delicada y sencilla,
de mi jardín.
Sanz Sanz Rafael