Al agua nadadores,
nadadores al agua,
alto a guardar la ropa
que en eso está a gala.
Zambúllete, chiquilla,
que por chica y delgada,
pasarás por anchoa
para las ensaladas.
Oh !, cómo se chapuzan,
qué sueltos se abalanzan,
y con el rostro y brazos
las corrientes apartan.
Ya nadan de bracete,
ya sólo un brazo sacan ;
ya, como segadores,
cortan la espuma blanca.
De espaldas dan la vuelta,
hechos ramos las palmas ;
la vuelta de la trucha,
es la mejor mudanza.
Llegan al remolino,
juntos los arrebata,
las olas se los sorben,
las ondas los levantan.
Francisco De Quevedo Escritor español (1580-1645)